martes, 23 de junio de 2015

Sobre tomates


ODA AL TOMATE

La calle
se llenó de tomates,
mediodía,
verano,
la luz
se parte
en dos
mitades
de tomate,
corre
por las calles
el jugo.
En diciembre
se desata
el tomate,
invade
las cocinas,
entra por los almuerzos,
se sienta
reposado
en los aparadores,
entre los vasos,
las mantequilleras,
los saleros azules.
Tiene
luz propia,
majestad benigna.
Debemos, por desgracia,
asesinarlo:
se hunde
el cuchillo
en su pulpa viviente,
es una roja
víscera,
un sol
fresco,
profundo,
inagotable,
llena las ensaladas
de Chile,
se casa alegremente
con la clara cebolla,
y para celebrarlo
se deja
caer
aceite,
hijo
esencial del olivo,
sobre sus hemisferios entreabiertos,
agrega
la pimienta
su fragancia,
la sal su magnetismo,
 y sobre
la mesa, en la cintura
del verano,
el tomate,
astro de tierra,
estrella
repetida
y fecunda,
nos muestra
sus circunvoluciones,
sus canales,
la insigne plenitud
y la abundancia
sin hueso,
sin coraza,
sin escamas ni espinas,
nos entrega
el regalo
de su color fogoso
y la totalidad de su frescura.

(Pablo Neruda)


Pero hoy he conocido un tomate que no conocía este poema y, triste, ha decidido acabar con su vida:


 ¡Ay! ¡Qué disparate!
¡Se mató un Tomate!
¿Quieren que les cuente?

Se arrojó en la fuente
sobre la ensalada
recién preparada.

Su rojo vestido
todo descosido,
cayó haciendo arrugas
al mar de lechugas.

...

Si os apetece leer tan desdichada historia, la continuación aquí.

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